Èric Lluent / Reykjavík
Podemos analizar datos macroeconómicos. Las cifras de turistas que llegan a la isla. El producto interior bruto del país. El peso de las exportaciones y, en concreto, del turismo en la economía nacional. La apreciación de la corona islandesa. Es necesario y es nuestro deber como periodistas. Pero si tan sólo nos fijamos en todas estas cifras para explicar el boom turístico en Islandia, estaremos escondiendo una realidad que está determinando de forma muy significativa la evolución del sector y de las condiciones de vida de los habitantes de Islandia: la codicia. Los precios a los que tienen que hacer frente los visitantes amenazan con destruir un sector que ha sido uno de los pilares de la recuperación parcial de la economía después del colapso de 2008.
En vistas de que en los últimos años cada vez han llegado más turistas a Islandia, muchas empresas del sector se han inclinado por el incremento de los precios, especialmente en el ámbito del alojamiento y la hostelería. El año pasado, a principios de abril (cuando aún vienen turistas a ver auroras), pagué una habitación de hotel en Vík a 100 euros. Hoy he llamado y la misma habitación me la ofrecen por 235 euros (26.500isk). Bastante más del doble. El incremento de precios no tiene justificación alguna más allá de la codicia de los propietarios que, en lugar de plantear el mejor escenario para el medio o largo plazo, piensan en la ganancia del momento como único criterio para establecer los precios. En doce meses, la corona se ha encarecido respecto al euro; sí. Concretamente, un 24%. Los sueldos en Islandia han subido; sí. Un 4,5%. El índice de precios de consumo también ha subido; correcto. En 2016, un 1,7%. Sumados estos tres factores justificarían un incremento de los precios (en euros) del 30%. Lo que supere un incremento del 30-40% es codicia y, además, va a acabar con el turismo en Islandia.
Lo aceptemos o no, los precios actuales son insostenibles. De hecho, cuando la moneda se aprecia tan rápidamente, lo recomendable es que el sector congele o incluso baje los precios para no perder competitividad respecto a todos los demás destinos vacacionales. En la plataforma booking.com sale más barato reservar una noche en un hotel de cinco estrellas en el centro de París que una noche en las mismas fechas en un hostal de Höfn. Disculpen el tono, pero… ¡¿nos hemos vuelto todos locos?! Aquí les dejo un pantallazo como prueba, pero paséense ustedes mismos por algunas de estas plataformas y comparen precios. La realidad de los precios en Islandia es escandalosa.
En los últimos dos años el sector turístico en Islandia ha realizado un movimiento estratégico de éxito para atraer a más turistas, rebajar el precio de los vuelos. El plan es el siguiente: que el vuelo les cueste poco, que después ya se dejarán el dinero en la isla. De hecho, la principal compañía aérea del país, Icelandair, controla ocho grandes hoteles en todo el país y algunos restaurantes. Bien, esto puede funcionar durante unos meses o pocos años hasta que los visitantes se dan cuenta y las agencias de viajes internacionales ven que es mucho más atractivo para sus clientes ofrecer alternativas a la isla de moda. En el último informe sobre turismo de Íslandsbanki se publica un dato revelador: el precio de una noche de hotel en Reykjavík es entre un 10 y un 35% más cara que en las demás capitales nórdicas, incluida Oslo, Noruega. Cuando uno paga tanto dinero, evidentemente, las expectativas son muy altas e Islandia, a menudo, no cumple estas expectativas.
Islandia es una isla increíble. La tierra del hielo y el fuego. De los volcanes y los glaciares. Sí, de acuerdo. Pero no es el único país del mundo con una Naturaleza que enmudezca. Hay volcanes y glaciares, montañas verdes, preciosos lagos, grandes cascadas, fiordos y lugares recónditos en muchísimos más lugares del planeta. Se da la paradoja que, como reconocía en el portal turisti.is la compañía de viajes británica Discover the World, por el mismo precio que cuesta hacer un hiking en el este de Islandia durante ocho días, se puede visitar durante dos semanas Nueva Zelanda. Las agencias españolas también reciben quejas a diario sobre los precios actuales, que hace que muchos clientes acaben buscando alternativas. El número de turistas este verano parece que será excepcional, pero dentro del sector ya se reconoce que las previsiones para el 2018 no son tan buenas.
Hay quien pueda pensar que no hay mal que por bien no venga. Si cae el turismo, se frenará el incremento del precio del alquiler de vivienda y se reducirán los riesgos para el entorno natural. Obviamente, estas serán algunas de las consecuencias del declive del sector turístico en Islandia, pero la cuestión es que se podría llegar al mismo escenario (un turismo sostenible) sin poner en riesgo uno de los pilares de la economía actual. Al final, los mayores perjudicados ante un eventual estallido de la burbuja del turismo serán mayoritariamente los inmigrantes que durante años han cubierto la demanda de mano de obra con sueldos mínimos. Lo triste es que la burbuja ya está en su punto álgido. El estallido no es una opción, es la única opción. Es cuestión de tiempo. Y habrá que ver cuáles son las consecuencias para el resto de sectores de la economía nacional. Las dificultades del sector del turismo pueden convertirse rápidamente en impagos de créditos (el riesgo en este sentido no parece estructural, según datos del Banco Central) y en pérdidas para los fondos de pensiones y de inversión nacionales, algo que sí que pude repercutir gravemente en la economía islandesa.
También hay quien pueda pensar que soy un cenizo. A los que advertían de los peligros de la burbuja financiera en 2005 también los llamaban aguafiestas. Los ciclos del capitalismo los conocemos, y en una economía tan pequeña como Islandia suceden de forma aún más acelerada. Lo único que nos podría salvar es la moderación y la denuncia de la codicia. Pero, para una sociedad amante del riesgo y, como bien apunta Elvira Méndez, acostumbrada a la economía de la montaña rusa, esta parece una meta muy lejana. Como sucede con los volcanes, no sabemos exactamente cuándo la burbuja estallará ni con qué fuerza lo hará, pero es sólo cuestión de tiempo.
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La verdad es que, para ser tan pudientes como son o nos hacen creer, no he visto país más “agarrao” y que le guste más el dinero.
Supongo que después de haber pasado una crisis tan gorda, ahora miran con lupa cada céntimo y no tienen el mismo concepto del valor del dinero…como cuando vives una posguerra, vaya.
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Un incremento superior al 40% más que codicia, como dices, creo que ya pasa a ser usura. Después de 20años viajando a este maravilloso país ya lo he visto antes. En cualquier caso la calidad y el servicio “casi” nunca cubre las expectativas. Una pena
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