Èric Lluent / Reykjavík
Hace unos años que Joaquín Linares, español residente en Islandia, empezó a jugar a fútbol con sus amigos islandeses y, posteriormente, con algunos españoles que iba conociendo en la capital de la isla. Muchos jóvenes españoles, acostumbrados al balón desde pequeños, lo primero que hacen al llegar a Islandia es averiguar cómo pueden sumarse a algún equipo para no perder las buenas costumbres. En 2013, Linares fundó el Fútbol Club Iberia, un equipo amateur formado principalmente por migrantes españoles residentes o de paso por la isla, aunque desde este verano el club ha pasado a llamarse Dynamo de Reykjavík. “Nunca he querido que esto fuera un gueto de españoles. Actualmente, la mitad de la plantilla la forman islandeses y la otra mitad españoles, y a veces se suma gente de otras nacionalidades. De ahí que cambiásemos el nombre”, explica Linares, que matiza que el nombre viene del recuerdo que tiene de cuando era pequeño y oía que algún equipo español iba a jugar con algún Dynamo, y ya sólo con el nombre le sonaba a partido difícil, en un campo frío y lejano.
La semana pasada el equipo jugó su primer partido de liga de la temporada, encajando una derrota por 3 a 1, aunque las sensaciones no fueron malas. “Intentemos salir ordenados atrás, sin arriesgar mucho. Vamos a defender bien y que no se nos complique el partido”. Instrucciones de inicio para un conjunto que en la última liga quedó séptimo, de nueve equipos, y que este año busca situarse en la media tabla. El primer partido se jugó en las instalaciones del Leiknir, en Breidholt, a lo alto de una colina en las afueras de Reykjavík. Los partidos de liga se disputan los miércoles y la competición se alargará hasta finales de verano, si bien en invierno el equipo entrena dos veces por semana en el campo cubierto de FIFAN. La plantilla es totalmente amateur y está formada por veinticuatro jugadores, puesto que muchos días la mitad o más de los integrantes están trabajando y no pueden acudir a la cita, así que es bueno contar con más de veinte inscritos.
“Me paso el día rodeado de islandeses, hablando en inglés. Encontrarme con los compañeros del Dynamo me permite descansar un poco el cerebro y hablar por un rato en castellano o en catalán. Para mí es algo lúdico, divertido. Y, además, hacemos piña. Siempre nos ayudamos, si alguien necesita algo”, explica Alexandre Fernández Massot, entrenador de fútbol barcelonés que dirige el equipo femenino del KR y miembro del Dynamo de Reykjavík. Joaquín Linares, el impulsor de este equipo, patrocina a la vez parte de las camisetas, rojas con rayas blancas sobre los hombros, a través de su agencia de viajes, Boreal Travel. “Soy un nostálgico del fútbol. Aquí en el Dynamo ninguno es un supercrack ni estamos especialmente en forma, pero nos apasiona el fútbol, ese fútbol que es de sentimiento. Y nos gusta sentirnos parte de un equipo”, comenta Linares.
Antes del pitido inicial, Linares da las últimas instrucciones, los jugadores toman sus posiciones en el campo y comienza el partido, de cincuenta minutos (veinticinco y veinticinco) en un campo de fútbol siete. Desde la banda, el resto anima, ajusta posiciones y comenta sobre lo que se debe mejorar. Aunque también hay tiempo para las bromas y los chascarrillos e incluso para beber un trago de la bota de vino tinto que habitualmente trae el fundador del equipo “para entrar en calor”. La primera parte del primer partido acaba 1 a 0. El equipo pierde y hay que intentar empatar el encuentro para sumar los primeros puntos. Bjartur Snorrasson, uno de los jugadores islandeses, marca el 1 a 1al inicio del segundo tiempo, aunque rápidamente el equipo rival se vuelve a avanzar. A pocos minutos para el final, el fuerte viento envenena un saque de córner que se acaba convirtiendo en un gol olímpico que cierra el marcador. 3 a 1 y a pensar en el siguiente partido, que esto sólo ha comenzado.
Aunque es verdad que falta organización y que algunos no están en la mejor forma o arrastran lesiones de todo tipo, no es menos cierto que también hay jugadores de mucha calidad y experiencia en el mundo del fútbol. Uno de los más destacados es Luis Barceló, exjugador de Tercera División con el Granada y el Maracena, que llegó a Reykjavík el pasado mes de noviembre y que trabaja en la cocina del restaurante de Háskoli Íslands. “Es un equipo anárquico, sin orden, pero en el que cada cual tiene su función y con organización e ideas podemos convertirlo en un equipo fuerte. Además, para mí, jugar en el Dynamo ha sido la oportunidad para seguir practicando lo que más me gusta en un país en el que no conocía a nadie. Semana tras semana, espero con ansia que llegue el momento del partido”, confiesa Barceló, nacido en Granada y que este próximo julio cumplirá los treinta. Ante todo, el Dynamo de Reykjavík es un grupo de amigos con ganas de encontrarse un par de veces por semana y practicar deporte. De hecho, son habituales las reuniones postpartido para jugar a la consola, entre cervezas y pizzas, para ver quién tiene más habilidad a los mandos de una Xbox con el FIFA. Lo que no se puede hacer sobre el césped, bien está hacerlo en la pequeña pantalla. Al fin y al cabo, el fútbol es una simple diversión.
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